XII Domingo Ordinario

XII Domingo Ordinario Lecturas

Reflexión sobre las Sagradas Escrituras

Las tormentas de destrucción se están extendiendo por la tierra, causando odio, desconfianza en los demás y en las instituciones que nos representan, guerras, hambruna y un desprecio por las leyes de la naturaleza y de Dios. Muchos proclaman: “¿Qué podemos hacer?”. Desafortunadamente, los males de este mundo caen sobre creyentes y no creyentes sin prejuicios. La diferencia es que los no creyentes confían en sus propias habilidades para tomar el control e impartir su sabiduría distorsionada a la gente. Los creyentes se vuelven a Dios, imploran perdón y esperan que se revele la voluntad del Señor.

Jesús, aunque es Dios, afirmó ser igual al Padre. En cambio, se humilló y asumió nuestra humanidad. Sufrió voluntariamente la muerte y, por su propio poder, resucitó de entre los muertos. El mal de este mundo no lo dejó pasar, sino que llenó los corazones de la gente de odio y amargura hacia Él, por lo que sufrió perfectamente por nosotros.

Nuestra naturaleza humana puede estar sobrecargada, llena de ansiedad y a veces sin esperanza, pero por la gracia del Espíritu Santo no seremos vencidos por el mal sino que se nos dará la gracia de permanecer fieles al Señor en todas las cosas. Los verdaderos cristianos creen en los milagros y saben en lo más profundo de sus corazones que son amados incondicionalmente por Dios y que Jesús ha ido nuevamente y ha preparado un lugar para todos ellos en el banquete celestial.

Nuestra fe está siendo puesta a prueba en todos los sentidos y este es el momento de permanecer vigilantes y aprovechar cada oportunidad para estar presentes ante el Señor en la oración y en las rutinas de nuestra vida diaria. La batalla ha sido ganada el Viernes Santo. Satán está derrotado y ruge como un león tratando de devorar al pueblo santo de Dios. Debemos permanecer firmes en la fe y no permitir que nuestra fragilidad humana nos debilite y en tiempos de necesidad, nos volvemos al Señor en oración y vamos en ayuda de nuestros hermanos y hermanas. Las nubes de destrucción pasarán y la revelación de Jesús en Su gloria se manifestará sobre la humanidad. La plenitud de la salvación nos espera y oramos para que corramos una buena carrera hasta la meta.

Diácono Phil