VI Domingo de Pascua
Reflexión sobre las Sagradas Escrituras
“Nadie tiene amor más grande que este: dar la vida por sus amigos”.
Jesús dijo estas palabras a sus discípulos para que comprendieran la razón por la que Él tuvo que sufrir y morir por los pecados del mundo. Pero, en el mismo contexto, nos ordena que nos amemos unos a otros. ¿Qué significan las palabras de Jesús para nosotros al escuchar estas Sagradas Escrituras hoy?
La mayoría de nosotros no seremos llamados a sacrificar nuestras vidas como lo hizo Jesús. Sin embargo, todos estamos llamados a dar nuestras vidas por amor a Dios y a nuestros hermanos y hermanas de una manera profunda pero diferente.
Desde el nacimiento hasta los dos años de edad, nuestros padres respondieron a todas nuestras necesidades. Al principio, llorábamos cuando teníamos hambre o necesitábamos un cambio de pañal. Con el tiempo, aprendimos muy rápidamente que llorar o hacer un escándalo provocaría una reacción de nuestros padres que nos colocaría en el centro de su universo. A los dos años, nos volvemos muy malcriados y controladores y estamos en camino de convertirnos en niños malcriados.
Nuestra conducta malcriada se ve repentinamente desafiada cuando se nos presenta la palabra “NO”. Sin embargo, se ha colocado en cada uno de nosotros el deseo de desear el egocentrismo en lugar de la autoentrega. El Evangelio de hoy es nuestro no espiritual.
Para madurar en la fe cristiana, experimentaremos el movimiento que nos aleja del egocentrismo hacia la autoentrega y la comprensión de que lo que tenemos y lo que poseemos es un don de Dios destinado a ser compartido. No son solo nuestras posesiones materiales lo que compartimos, sino nuestra presencia ante los demás como una señal externa de nuestro amor a Dios y amor por ellos. Madurar significa dejar de lado nuestros pensamientos y deseos de ser los primeros, de ser el importante en la sala y pensar que somos una leyenda en nuestras propias mentes. Pedro corrigió a Cornelio por inclinarse a los pies de Pedro porque Pedro mismo es solo un ser humano. Asimismo, el Espíritu Santo se derramó sobre todos los presentes ese día, tanto judíos como gentiles. El verdadero cristiano se inclina ante sus hermanos y hermanas para mostrarles dignidad porque Dios nos ha amado a todos primero.
San Juan de la Cruz nos dice que si queremos al Todo (Dios), entonces debemos darlo todo (nosotros mismos) no deseando nada para nosotros mismos. Este es el verdadero amor cristiano que separa a todos los que creen en Jesús de los no creyentes y es el único criterio que nos lleva a cumplir sus mandamientos y alcanzar la vida eterna.
Diácono Phil