V Domingo de Pascua
Reflexión sobre la Escritura
En la lectura de los Hechos de los Apóstoles, se nos cuenta cómo Saulo llegó a ver a Jesús cara a cara y Saulo abandonó su persecución de los cristianos y se convirtió en un ardiente seguidor del Señor. Sin embargo, los Apóstoles le temían y no le aceptaron hasta que hubo proclamado ante las autoridades judías que Jesús es Señor y Salvador.
Jesús no sólo llama a personas perfectas para hacer Su obra. A menudo llama a los más grandes pecadores, porque convierte su pasión por el pecado en pasión por llevar la Buena Nueva a todos los hombres.
Incluso dentro de los Apóstoles, San Juan era probablemente el más piadoso de los Apóstoles y, sin embargo, Jesús eligió a Pedro para liderar Su iglesia y edificar el cuerpo de Cristo. Pedro era obstinado, terco y apasionado por todas las razones correctas. Dios utilizó los dones que le había dado a Pedro para guiar a su pueblo a casa.
Hoy se nos recuerda que todas las personas son llamadas por Dios para proclamar y vivir la Buena Nueva. Algunos son llamados de manera extraordinaria, como San Pablo, y otros son llamados más sutilmente a Su presencia. A cada uno de nosotros se nos dan dones y talentos que debemos poner libremente al servicio de la edificación del Cuerpo de Cristo. Si no respondemos a la llamada de Dios, no podremos ser uno con Él ni uno con los demás.
Todo comienza con la piedad. Reconocemos quién es Dios y nos reconocemos a nosotros mismos en ese mismo proceso. Una vez que nos convencemos de que no somos nada y de que no podemos hacer nada sin la gracia del Espíritu Santo, sólo entonces puede comenzar de verdad nuestra vida. Hoy, tenemos que dejar de confiar en nosotros mismos y confiar en Jesús para que, también nosotros, podamos dar mucho fruto.
Si nos marchitamos y nos marchitamos en la vid, no habremos cumplido todo aquello a lo que Dios nos ha llamado. Es equivalente a decir que somos cristianos, y luego vivir una vida no cristiana. Nada de lo que hagamos es suficiente para la recompensa de la salvación. La salvación es un don gratuito de Dios.
Pidamos hoy la gracia de ser la expresión viva del amor y la salvación de Dios, y que todo lo que pensemos, todo lo que digamos y todo lo que hagamos dé gloria a Dios Padre.
Diácono Phil