IV Domingo de Cuaresma
Lecturas del Cuarto Domingo de Cuaresma
Reflexión sobre las Escrituras
“Al que no conoció el pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuéramos hechos justicia de Dios en él.”
¿Por qué el Hijo de Dios tuvo que asumir nuestra humanidad, soportar la tentación y el sufrimiento, y morir en la cruz?
Adán, padre de todos, fue una creación tan perfecta como Dios lo quiso. Dios estuvo con Adán de una manera especial, y Adán estuvo con Dios de una manera especial. Cuando Adán pecó al comer del fruto del árbol del conocimiento, su orgullo fracturó su relación con Dios y el pecado entró en el mundo.
A través del Antiguo Testamento, Dios exigió al pueblo sacrificios de holocaustos y penitencia, pero ninguno de estos fue aceptable para el Padre. Asimismo, dado que toda la humanidad estaba ahora sujeta al pecado por causa de Adán, nada podía hacer la humanidad para reconciliarnos con el Padre.
La única ofrenda aceptable para el Padre era Aquel que no tenía pecado y que estaba con Dios por toda la eternidad.
El Hijo de Dios fue el único que pudo ofrecerse por nuestros pecados, haciéndose pecado por nosotros y dando una retribución aceptable al Padre, de una vez por todas.
¿Por quién murió Jesús?
Jesús murió una vez por todas, y su sufrimiento y muerte fueron una ofrenda perfecta porque Él mismo estuvo con Dios para siempre y fue la definición absoluta de la perfección. La salvación se ofrece a todas las personas, y se nos pide que busquemos el perdón del Señor para reconciliarnos con Él mediante la sangre derramada en la cruz de Jesucristo. En el Bautismo, morimos a nuestro ser pecaminoso y nos convertimos en una nueva creación nacida a la semejanza de Jesús. A lo largo de nuestra vida, transgredimos y abrazamos nuestro antiguo ser pecaminoso, pero mediante el sacramento de la reconciliación, somos restaurados a la amistad de Dios y se nos promete la vida eterna.
¿Quién merece la vida eterna?
Nadie merece la vida eterna. La vida eterna es un don de Dios otorgado gratuitamente. Dios solo nos pide que seamos fieles a su pacto con nosotros y que cumplamos sus mandamientos por amor a Aquel que nos ama infinitamente.
¿Qué nos pide Dios?
Dios nos pide que busquemos una relación con Él a través de la oración, la participación en su Palabra y el sacramento de la Eucaristía. Nuestra participación es nuestro compromiso de amar a Dios con todo nuestro corazón, mente y alma, y de amar al prójimo como a nosotros mismos. Nuestro compromiso también implica entregarnos a Dios y permitir que el Espíritu Santo santifique nuestra ofrenda y una nuestro sufrimiento en esta vida al sufrimiento de Jesús el Viernes Santo. Nuestros esfuerzos individuales sin el Espíritu Santo son inaceptables para Dios Padre celestial.
En el Evangelio de hoy, se nos habla del Padre amoroso que acepta a su hijo, que representa a todas las personas. El hijo, con la experiencia de ser amado por su padre, cede a la tentación de seguir el camino del mundo y se entrega a sus placeres. Tras seguir el camino de la perdición, se da cuenta de que no es feliz. En su tristeza, recuerda el amor, la bondad y la generosidad de su padre, y cómo daba por sentado todo lo que este le había dado. A su regreso, el padre ordena un banquete y lo recibe con los brazos abiertos porque el hijo que se había perdido ha regresado.
¿Qué cosas en nuestra vida o prácticas nos han separado del amor de Dios? ¿Sientes la complacencia de Dios en tu vida diaria o tu estilo de vida te causa inquietud e inseguridad, quizás incluso culpando a Dios por tus dificultades? ¿Has crecido en virtud desde la Cuaresma pasada?
Cada día somos hijos e hijas pródigos de Dios y cada día recibimos la gracia de restablecer nuestra amistad con Él. ¿Cuál elegirás hoy?
Diácono Phil