Bautismo del Señor

Haga clic aquí para las lecturas del Bautismo del Señor.

“Así dice el Señor: Todos los que tengáis sed, venid al agua”. Estas palabras de nuestra primera lectura son una invitación a participar en la maravilla de nuestro Dios. Todos tenemos sed en lo profundo de nuestro ser para ser uno con Dios y el Sacramento del Bautismo proporcionó el medio por el cual recibimos la gracia de ser iniciados en el Cuerpo de Cristo.

Jesús bajó al río Jordán para ser bautizado, no porque necesitara la redención del pecado, sino porque debía llevarnos de vuelta al Padre. Así que Jesús tomó el pecado sobre sí mismo para que nosotros, que somos pecadores, tuviéramos el perdón de
nuestros pecados. A través del Bautismo, nos convertimos en hijos adoptivos del Padre y herederos del reino preparado para nosotros para toda la eternidad. Nuestros antepasados en la fe se maravillaron en el desierto en la búsqueda de cumplir el anhelo en sus corazones de conocer al único Dios verdadero. Buscamos en lo profundo de nuestros corazones para crecer en relación con el único Dios verdadero que se nos revela en el sacramento del Bautismo.

Cuando preparo a los padres para el Bautismo, hago varias preguntas. Una de las preguntas es: “¿Por qué bautiza a sus hijos?” La mayoría de los padres tienen una vaga idea de las razones pero abrumadoramente se vuelve a la premisa de que somos católicos, y esto es lo que los católicos hacen.

El bautismo es el primer sacramento de iniciación en el Cuerpo de Cristo a través del cual fluye la gracia de todos los sacramentos. Somos amados en la existencia y somos creados intrínsecamente buenos, pero el sacramento del Bautismo eleva esa bondad a un nivel sobrenatural. Nos convertimos en santuarios de la Santísima Trinidad que habita en nuestros corazones. Nuestras familias se forman en la iglesia doméstica a través del sacramento. Individualmente, nos acercamos a Dios, no como mendigos sin estatus, sino como hijos e hijas adoptivos que se acercan a Dios y gritan “Abba” que se traduce como “Papá”. Recibimos la gracia a través del sacramento de proclamar las maravillas de Dios en la asamblea de los fieles y proclamarlo en las ciudades y pueblos de todo el mundo. A través del sacramento nos convertimos en la encarnación del amor y somos llamados a salir a compartir ese amor con todos los que encontramos.

Hoy, celebramos lo que Nicodemo deseaba cuando Jesús le dijo que debía renacer del agua y el Espíritu. Renacemos por el agua y el Espíritu y se nos da la gracia de crecer en la vida del Espíritu.

Cuando nos abruman las cosas del mundo y decimos que no podemos, el sacramento del Bautismo nos dice que sí podemos. Cuando tenemos dudas de fe, el Bautismo nos da la comprensión y el conocimiento para crecer en santidad. Y cuando nos sentimos insignificantes, el sacramento del Bautismo nos unge con un signo indeleble que nos reclama para Cristo por toda la eternidad y le dice al mundo que pertenecemos a Dios y a nadie más.

Que Dios continúe bendiciéndote y que el sacramento del Bautismo nos ayude a todos a crecer en santidad.

Diácono Phil