XXIX Domingo ordinario

Vigésimo noveno domingo del tiempo ordinario

San Ignacio de Loyola era un caballero español y oficial del ejército. Fue herido en batalla y se recuperó en un monasterio y tuvo una experiencia de conversión. Al ser sancionado, se vistió con su uniforme pero no pudo subirse las botas porque tenía la pierna rota y las botas sobre el muslo podían pasar por encima de la hinchazón de la rodilla. Así que San Ignacio, en su orgullo, hizo que le rompieran la pierna y la reajustaran para que la bota entrara. Sin embargo, San Ignacio aprendió sobre el orgullo y la humildad en la segunda curación. En sus escritos, hablaba de ir a la batalla con el mal y de cómo siempre tenía que ser consciente de qué banderín se levantaba durante la batalla. ¿Era el banderín del orgullo o el de la humildad?

Todos deberíamos saber ya que el Hijo de Dios asumió nuestra humanidad, sufrió y murió por nuestros pecados, y resucitó. Jesús se entrega a sí mismo en la Eucaristía y en su Cuerpo, el Cuerpo de Cristo, en el que recibimos la iniciación por el sacramento del Bautismo.

A veces, podemos mirarnos a nosotros mismos y dejar que nuestros egos se inflen. Todos tendemos a juzgar, y comparamos nuestra espiritualidad con la de los demás. Incluso podemos sentirnos superiores a los que están en el camino y no lo saben, y buscamos grietas en la armadura de los que parecen más santos que nosotros. En esos momentos, la bandera del orgullo levanta su fea cabeza y a veces nos creemos las mentiras.

Entonces, ¿qué debería pensar un buen cristiano católico? Deberíamos pensar, en primer lugar, que sin la gracia no somos mejores que nadie, e incluso podemos ser peores. En segundo lugar, que todavía estamos en el camino y que aún no hemos logrado nada. En tercer lugar, como no conocemos el corazón de las personas, debemos pensar que somos más pobres en gracia y más necesitados de de salvación que cualquier otra persona. Entonces seremos útiles a todos, ya que nosotros mismos estamos en el último lugar de la jerarquía.

La batalla entre la humildad y el orgullo es constante. ¿Cómo manejamos el conflicto? Me basaré en Kenny Rodgers y en la letra de su canción “The Gambler”. Hay que saber cuándo retenerlas, saber cuándo doblarlas, saber cuándo alejarse, saber cuándo correr. Nunca cuentes tu dinero cuando estés sentado en la mesa, ya habrá tiempo para contarlo cuando el juego haya terminado”.

Que Dios nos siga bendiciendo con la humildad

Diácono Phil