XIII Domingo Ordinario

XIII Domingo Ordinario lecturas

Los momentos de gracia, la presencia de Dios, la llamada desde dentro, son acontecimientos naturales de la vida el Espíritu. Si estamos en sintonía con el Espíritu Santo, esperamos que el Señor se comunique con nosotros constantemente y practicamos la escucha del silencio y de lo que nos habla.

Pablo nos dice que estamos en constante conflicto entre la carne, que desea las cosas terrenales, y el espíritu, que sólo busca a Dios. Si permitimos que la carne domine nuestros pensamientos, palabras y acciones, entonces nunca escuchamos el silencio y el movimiento del Espíritu de Dios dentro de nuestros corazones.

El silencio es el lenguaje de Dios y a través del silencio nos desconectamos de todas las distracciones del mundo, de la carne y del diablo, y nos abrimos a un evento que cambia la vida. Porque cada vez que notamos al Señor en medio de nosotros, crecemos y nos asemejamos más al que habla.

Las personas buenas no siempre reaccionan con una simple súplica al impulso del Espíritu. Por el contrario, permanecen atadas a todo lo que se desvanece y es temporal. No hay libertad de la paga del pecado, cuando uno escoge apartarse de la gracia que los transformará y los hará una nueva creación y santos. Estas buenas personas eligieron las cosas de la tierra sobre las cosas del cielo.

En esos momentos sagrados, cuando Dios sopla besos para mostrar su amor y afecto, si no respondemos con amor, entonces comenzamos una espiral hacia la mediocridad. Los santos no son mediocres. Aman y sirven con pasión y amor y arriesgan todo lo terrenal por lo eterno, es decir, por vivir para siempre en presencia de la Santísima Trinidad.

Hoy, estamos llamados a la comunidad de la Santísima Trinidad, para ser uno con Él y uno con los demás. Hoy, nuestro Dios se nos hace presente en la Palabra y en los Sacramentos. Experimentemos la libertad que Dios ha concedido a los hijos e hijas adoptivos que Él ha querido que existan. Hoy, volvamos al Señor con todo nuestro corazón y nuestra alma. Hoy, elijamos no ser mediocres.

Diácono Phil