Vigésimo noveno domingo del tiempo ordinario

Vigésimo noveno domingo del tiempo ordinario Lecturas bíblicas

Reflexión sobre la Escritura

Mientras empezaba a escribir la reflexión, mi cachorro, Charlie, está a mis pies pidiendo un trozo de chocolate negro, que yo estoy mordisqueando. No puedo darle chocolate, pero antes se puso en modo mendigo y recibió un trozo de sándwich de pollo. A veces pienso que los animales son más inteligentes que las personas, pero también ellos siguen los instintos naturales que Dios les ha dado.

¿Seguimos nosotros nuestros instintos naturales con Dios? Podemos creer e incluso decirnos a nosotros mismos que Dios siempre provee. Como mi cachorro, El no nos da nada que sea dañino para nosotros. Pero la verdad es que Dios siempre nos escucha y nos oye.

En el Evangelio de hoy, la mujer suplica al juez deshonesto, y su persistencia le obliga a fallar a su favor, no porque fuera lo correcto, sino porque ella no se iba.

La persistencia en la oración es semejante a esta actitud. La mujer sabía que el juez era el único que podía aliviar su problema y se mantuvo concentrada en suplicar su ayuda hasta que respondió a sus súplicas.

Debemos acercarnos a Dios por diferentes motivos. La oración es el medio por el que crecemos en una relación más estrecha con Dios, y es lo único que alivia el vacío de nuestro corazón que sólo Dios puede llenar. Además, cuando nos acercamos a Dios tanto en los asuntos pequeños como en los difíciles, le estamos diciendo a Dios que no podemos hacer nada por nosotros mismos y que dependemos de Él para todo lo que somos y todo lo que hacemos.

Cuando empezaba en mi práctica contable, era difícil atraer a buenos clientes que pagaran sus facturas a tiempo. Un profesional con dificultades que empezaba, se quedaba sobre todo con los clientes que otras empresas no querían. Ese era mi caso y, por aquel entonces, íbamos al supermercado cuando un cliente me pagaba y no antes. Al darme cuenta de mi dilema, en mi oración matutina me asocié con Dios y le dije que trabajaría duro, ofrecería un buen producto a mis clientes, cobraría tarifas razonables y llevaría mis asuntos con integridad. El trabajo de mi socio consistía en recaudar el dinero para poder alimentar a mi familia y mantener el negocio. Trabajé por mi cuenta durante cuarenta años.

Encontré a través de mi experiencia de negocios que cuando mis brazos estaban levantados en oración, podía manejar cualquier cosa y no desanimarme. Cuando bajaba mis manos de la oración, mis problemas podían abrumarme.

Hoy, busque a Dios donde pueda encontrarlo. Ten confianza en Él que todas las cosas serán provistas a aquellos que permanecen fieles en oración y relación con Él.

Que Dios continúe bendiciéndote.

Diácono Phil