Solemnidad de la Ascensión del Señor

Ascensión del Señor Lecturas

Hoy celebramos la ascensión de Jesús al cielo. Reflexionemos sobre la importancia de este acontecimiento especial.

Jesús asumió plenamente nuestra humanidad. Era como nosotros en todo menos en el pecado. Conoció la felicidad en las bodas de Caná y la tristeza por la muerte de su amigo Lázaro. Conoció la lealtad a través de la obediencia de su madre, y conoció la traición de Pedro y de los otros que le abandonaron durante su pasión. Conoció la muerte y resucitó. Fue reconocido como el hijo del carpintero, pero hoy es el Señor de toda la creación.

Jesús no vino a dejarnos huérfanos. Al contrario, prometió un lugar en su reino a todos los que creen en Él y son fieles al Evangelio. Jesús está sentado a la derecha del Padre, el lugar que ocupa el compañero más leal y de confianza del rey, y a la derecha del Padre intercede por nosotros continuamente y obtiene la gracia que necesitamos para estar unidos a Él para siempre.

Una promesa divina de mantener eternamente la alianza escrita en Su propio sufrimiento y muerte y ratificada en Su resurrección. El don de Dios a todos nosotros es su misma presencia en palabra y sacramento. La morada de Dios está en el corazón de sus fieles.

La Ascensión del Señor es la llamada del Buen Pastor a todas sus ovejas, llamándolas a casa y a la vida preparada para ellas por toda la eternidad. En Su Ascensión, se nos da la orden de salir.

Salir significa que estamos en la presencia misma del Señor, donde somos nutridos y estamos seguros. Salir significa encontrar a Jesús de un modo especial cada día y en los sacramentos, y en la celebración de su pasión, muerte y resurrección en la Misa. Salir significa llevar la buena noticia que acabamos de celebrar en la presencia del Señor, a todas las personas, para que también ellas puedan permitir que Él las ame más y, a su vez, amarlo más a Él.

Un día nuestros cuerpos mortales, descompuestos y podridos por la muerte, serán resucitados por el Señor de la Gloria, y tendremos cuerpos resucitados y almas glorificadas para celebrar la bondad y la realeza del Señor por toda la eternidad.

La Ascensión es el momento en que miramos al cielo y sabemos que Jesús está siempre con nosotros, pero también es el día en que ponemos nuestras narices en el suelo y traemos a todos los pueblos al abrazo amoroso de un Dios cuyo amor nunca puede medirse.

Salid a bautizar en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo y vivid la buena nueva.

Que Dios os siga bendiciendo,

Diácono Phil