Sexto domingo de Pascua

Sexto domingo de Pascua Lecturas

En sus escritos, Alfred Adler describe la madurez como el paso del egocentrismo a la entrega. Significa simplemente poner el interés de los demás o de la comunidad en su conjunto por delante de nuestros propios deseos.

A menudo los cristianos consideran la frase “Nadie tiene mayor amor que éste dar la vida por los amigos”, en diferentes perspectivas. La primera perspectiva es la entrega absoluta de la propia vida, experimentando la muerte en su favor. La segunda perspectiva es que sólo Jesús fue llamado a hacer el máximo sacrificio y lo más probable es que los seres humanos no sean capaces de tal sacrificio. ¿Qué significa realmente dar la vida por un amigo?

Cuando los hombres son llamados a las Órdenes Sagradas como sacerdote y diácono, o los hombres y mujeres que entran a formar parte de las comunidades religiosas, dan mucho la vida por sus amigos. Los que reciben las Órdenes Sagradas o la vida religiosa, se someten al servicio de los demás y renuncian a muchas libertades de la vida secular para hacerlo.

Los matrimonios dan la vida cada día por sus cónyuges y sus familias. Abandonan la despreocupada vida de soltero y asumen las responsabilidades de la familia y la construcción de la iglesia doméstica.

El tiempo que dedicamos a la oración y a las buenas obras, son otro medio de entregar la vida por nuestros amigos. Durante los tiempos de oración, ayuno y obras de misericordia espirituales y corporales, nos apartamos de complacer a los sentidos o a la voluntad y tomamos la decisión consciente de ofrecer nuestro tiempo para la salvación de nosotros mismos y de nuestros amigos.

¿Cuál es la recompensa por nuestros esfuerzos y nuestro crecimiento hacia la madurez? Jesús nos dice que nos llena de una paz que sólo Él puede dar. La paz de la que habla Jesús nos permite estar contentos con nuestra posición en la vida.

Pero hay una advertencia (una excepción a la regla). La advertencia es que hacemos todo lo que hacemos por amor. Cuando amamos, Dios actúa y libera al Espíritu Santo para que se mueva de una manera poderosa para santificar nuestras oraciones y nuestras buenas obras para que sean agradables a Dios. Permitimos que todo esto suceda porque Él nos amó primero y nos llamó a ser sus discípulos y a través del Espíritu Santo, daremos fruto abundantemente.

Dios Padre nos amó para que existiéramos. Que este sea el día en que voluntariamente, con todo nuestro corazón, toda nuestra mente y toda nuestra alma, devolvamos esta vida a Dios y digamos: “Señor, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo” y haz de mí un instrumento de tu paz en la tierra.

Que Dios te siga bendiciendo,
Diácono Phil