III Domingo de Cuaresma

Tercer domingo de Cuaresma Lecturas

Dios dio a Moisés los diez mandamientos para guiar al pueblo hacia un camino de santidad. Los diez mandamientos no fueron concebidos como un conjunto de reglas a seguir, sino que son una forma de vida. Jesús, que vino a cumplir la ley, no modificó los mandamientos, sino que aclaró la intención de Dios cuando dijo que los dos mandamientos más importantes eran amar a Dios con todo el corazón, con toda la mente y con todas las fuerzas y amar al prójimo como a uno mismo. Los tres primeros mandamientos están dirigidos al amor a Dios y los siete siguientes al amor al prójimo.

En el Evangelio de hoy, Jesús expulsa a los cambistas del Templo. ¿Por qué estaba Jesús tan molesto con ellos? Su justo enfado tenía que ver con la carga que suponía para el pueblo el perdón de sus pecados y el proceso de compra de ofrendas animales para ser quemadas en el Templo como ofrenda por el pecado.

Jesús es el único mediador entre Dios Padre y la humanidad. A través de su pasión y muerte en la cruz tenemos a nuestra disposición el perdón de los pecados y la reconciliación con Dios. Es por esta razón, que la Escritura dice que rasguemos nuestros corazones y no nuestras vestiduras. Dios busca personas que tengan sed de humildad y en esa humildad busquen que la misericordia de Dios esté sobre ellos.

Pablo nos dice que “anunciamos a Cristo crucificado”. La cruz de Jesús se convierte en la cruz de la vida para los que creen. La reparación de nuestros pecados fue ganada el Viernes Santo de una vez por todas y somos los receptores de un Dios amoroso y misericordioso.

Cuando pasemos de esta vida y estemos en presencia de Jesús, se nos darán a conocer todos nuestros pecados en esta vida. Seremos juzgados, no por nuestros fracasos, sino que seremos juzgados por cuánto amamos a Dios y a nuestro prójimo.

La Cuaresma es el tiempo en el que nos alejamos del pecado en nuestras vidas y abrazamos la cruz de Jesús como nuestra esperanza y salvación. También es un tiempo en el que nos abrazamos unos a otros y hacemos un esfuerzo de conciencia para amar a nuestros hermanos y hermanas con el amor que Dios nos ha dado.
Hoy es el primer día del resto de nuestras vidas. No podemos detenernos en el pasado porque ya no vivimos en el pasado, no podemos detenernos en el futuro porque todavía no ha llegado, vivimos en el presente y tenemos que estar presentes para Dios y para los demás aquí y ahora.

Que Dios continúe bendiciéndolos,
Diácono Phil