II Domingo de Cuaresma
Segundo Domingo de Cuaresma: Escrituras
Reflexión sobre las Escrituras
En el Evangelio de hoy, Jesús se transfigura y permite que algunos de sus discípulos lo vean cuando regrese a su gloria. Permitió que los apóstoles presentes presenciaran esto porque quería revelar al mundo lo que estaba preparado para quienes creían en él.
Pablo nos dice que somos ciudadanos del cielo y peregrinos en un viaje terrenal. Quienes desprecian la cruz y actúan para satisfacer sus anhelos terrenales, han recibido su recompensa aquí en la tierra, porque todo lo que anhelaban les ha sido dado.
Como ciudadanos del cielo, por la gracia de Dios, tenemos una visión más permanente de lo que está por venir. Nuestra vida terrenal es breve y luego nos uniremos a Dios y, en cuerpos glorificados, compartiremos la gloria de Dios y su divinidad, como Jesús se humilló para compartir nuestra humanidad.
La voluntad está en conflicto con el espíritu porque la voluntad busca la satisfacción en el aquí y ahora sin importar la vida eterna. El espíritu, por otro lado, busca primero el reino de Dios y nos infunde el deseo de ver a Dios tal como es en su gloria.
Cada día, sentimos la fuerza de voluntad que nos incita a disfrutar de las cosas del mundo, que nos brindan una felicidad temporal, y a abandonar la búsqueda de las cosas del cielo, que saciarán nuestro anhelo de ver a Dios.
La Cuaresma es el tiempo en el que, por la gracia de Dios, renovamos nuestros esfuerzos para acercarnos a Él en amor y dominar los deseos de la voluntad.
Si observamos la vida de los santos, descubriremos que recibieron el don de un tiempo constante de quietud con el Señor, una devoción a María, un deseo extraordinario de participar y participar de la Eucaristía, y un deseo inquebrantable de ver el rostro de Dios.
Nuestra percepción de la Cuaresma debería ser que este es el único momento en el que experimentamos el amor de Dios en nuestras vidas como nunca antes y continuamos nuestro crecimiento en santidad y en la imagen misma de Jesús.
Diácono Phil