Decimoséptimo domingo del tiempo ordinario

Decimoséptimo domingo del tiempo ordinario Lecturas

Hoy oímos hablar de los milagros que Dios puede realizar cuando se tiene fe en que nada es imposible para Dios. Eliseo, profeta de Dios, pidió al criado que repartiera el pan entre la gente. El siervo pensó que no sería suficiente para alimentarlos a todos, pero gracias a la fe de Eliseo, Dios multiplicó el pan.

El Evangelio de hoy es similar a la primera lectura. Se había reunido mucha gente y tenía hambre, y todo lo que los discípulos pudieron encontrar para alimentarlos fueron cinco panes de cebada y dos peces. Sin embargo, cuando Jesús les dijo que distribuyeran lo que tenían, descubrieron que la pequeña ofrenda se había multiplicado no sólo para satisfacer las necesidades de la gente, sino hasta rebosar.

¿Ocurren hoy milagros como éste? Si dependemos de ver con nuestros ojos y no con nuestro corazón, responderemos que no. Pero la persona que camina por la fe y no por la vista, verá la abundancia del amor de Dios por su pueblo para satisfacer sus necesidades hasta la saciedad.

Se cree que el Evangelio de hoy es una prefiguración de la Eucaristía. En los sencillos productos de la tierra, el pan y el vino, y de las manos humanas, Dios entra en la persona de Jesús y satisface nuestras necesidades espirituales hasta la saciedad.

Cuando participamos en la celebración eucarística, permitimos que Jesús, en cuerpo, alma y divinidad, entre en el cuerpo, la mente y el espíritu. La participación en la Eucaristía satisface todas nuestras necesidades espirituales y más. La gracia que se recibe durante la Eucaristía se da más allá de nuestra capacidad de recibir y retener la gracia. Dios es un dador generoso.

¿Qué hacemos con la gracia recibida que excede nuestras necesidades? Si intentamos llenar un vaso de ocho onzas con doce onzas de líquido, el líquido se desbordará y no nos servirá de nada porque no podremos consumirlo. Del mismo modo, la gracia recibida en la Eucaristía superará nuestras necesidades.

Entonces, ¿qué hacemos con el desbordamiento?

Cuando somos llamados al ministerio, y todos somos llamados, sólo podemos responder a la llamada con la gracia que Dios nos proporciona. No podemos ejercer el ministerio por nuestra cuenta y dar fruto de nuestros esfuerzos. La gracia que Dios provee es suficiente para que crezcamos y alcancemos la madurez en el Espíritu y permite suficiente gracia adicional para compartir con otros.

Somos vasos de barro formados por arcilla y el moldeado de la arcilla es obra del Espíritu Santo. Crecer en el Espíritu, es un proceso continuo en el que nos encontramos con el Dios vivo, nos rendimos a su gracia, nos vaciamos en el ministerio, y nos permitimos ser llenados de nuevo. Cuando se comparte, la gracia se da donde se necesita, como el exceso de los panes y los peces se recogió en doce cestas para su distribución a los demás.

Hoy, que seamos llenos de la gracia del Espíritu Santo, que demos la gracia en el ministerio, y que en nuestro vacío permitamos que Dios nos llene de nuevo hasta rebosar.

Que Dios nos siga bendiciendo,

Diácono Phil